Como una cuerda que se enlaza sin cesar sobre ella misma, atando alguna cosa; protegiéndola, guardándola, o secuestrándola…
Cuando sientes algo así, que te atrapa y no te suelta, te retiene y te impide seguir con tus deseos, te sientes preso. Y entonces, vas deshaciéndolos, uno tras otro, desde aquel del cual te escapas con soltura hasta aquel que te retiene con ímpetu. Entonces, al mirar las cuerdas que antes te limitaban, piensas que estarás mejor, que ojala en vez de atarte, sirviesen para anudar una hamaca entre dos palmeras donde descansar; y te conformas con sentirte libre.
Es cuando sucede lo inesperado: coges la cuerda, y te encadenas al pasado.